lunes, 14 de octubre de 2019

Lectura durante el periodo de pasantías

¡Estudiantes! Espero que las pasantías vayan sobre ruedas. Les dejé la primera semana libre para que se puedan organizar mejor.
El artículo es para ESTUDIARLO, es decir: lean, comprendan, tomen apuntes y memoricen conceptos fundamentales tales como Solidaridad mecánica, Solidaridad orgánica, Lazo social y Lazo virtual. Los puede ayudar la siguiente pregunta: ¿Qué problemas sociales en la actualidad pueden pensarse a partir de las categorías de la sociología que teorizó Durkheim

Acceder al siguiente enlace:
Solidaridad mecánica, solidaridad orgánica y lazo virtual. La sociología clásica de Durkheim para pensar en la actualidad

¡Éxitos!

Nota: descargar el archivo para trabajar en las clases futuras.

domingo, 29 de septiembre de 2019

DURKHEIM-¿Qué ES UN HECHO SOCIAL? -
        Este concepto se utiliza ordinariamente para designar todos los fenómenos que se desarrollan en el interior de la sociedad, siempre y cuando presenten algún interés social. Cada individuo, come, duerme razona, etc. y a la sociedad le interesa que dichas funciones se ejerzan en forma regular, por lo tanto si estos fuera hechos sociales, la sociología no tendría objeto propio y se confundiría con otras ciencias. Por otro lado cuando desempeño mi tarea de hermano, esposo o ciudadano, realizo deberes que están definidos, fuera de mi y de mis actos, en el derecho y en la costumbre, estas acciones son puramente objetivas, ya que no soy yo quien las ha creado, si no que las he recibido por medio de la educación.               Como sucede con las creencias religiosas que existen antes de nuestro nacimiento o por otro lado con el sistema de signos que utilizamos para expresarnos. Estos constituyen modos de actuar, de pensar y de sentir que presentan la propiedad notable de que existen fuera de las conciencias individuales. No son solo exteriores al individuo si no que están dotados de un poder imperativo y coercitivo en virtud del cual se imponen a él, lo quiera o no. Cuando me conformo a él plenamente, esta coacción no se siente o se siente poco, ya que es inútil. Por otro lado la coacción, aunque sea indirecta no es menos eficaz. Es decir que no estoy obligado por ejemplo a hablar francés, ni a emplear la moneda legal francesa, pero es imposible no hacerlo. Si tratara de eludir esta necesidad, mi tentativa fracasaría miserablemente. Aun cuando pudiera librarme de estas reglas con éxito, nunca será sin verme obligado a luchar contra ellas. En resumen: integran un orden de hechos que presentan características muy especiales: consisten en modos de actuar, pensar y de sentir, exteriores al individuo, y están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se imponen sobre él. Constituyen una nueva especie y a ellos debe darse y reservarse el calificativo de sociales.
     Les corresponde porque, no teniendo por sustrato al individuo, no pueden tener otro más que la sociedad. Solo a ellos conviene, porque la palabra social solo tiene un significado concreto, a condición de que designe únicamente fenómenos que no corresponden a ninguna de las categorías de hecho ya constituidas y denominadas.
     Hoy en día es indiscutible que la mayoría de nuestras ideas y tendencias no son elaboradas por nosotros, si no que nos llegan de afuera, solo pueden penetrar en nosotros imponiéndose. Solo hay un hecho social donde existe una organización definida, esto es lo que llamamos corrientes sociales, estas tienen la misma objetividad y el mismo ascendiente sobre el individuo. Así por ejemplo en una asamblea, los grandes movimientos de entusiasmo, de indignación o de piedad que se producen, no tienen como lugar de origen ninguna conciencia en particular. Nos llegan a cada uno desde afuera y son susceptibles a arrastrarnos a pesar nuestro. Si un individuo intenta oponerse a una de estas manifestaciones colectivas, los sentimientos que rechaza, se vuelven en su contra. Somos entonces juguetes de una ilusión que nos hace creer que hemos elaborado nosotros mismos lo que se nos impone de afuera. Cuando la asamblea se ha separado, esas influencias sociales dejan de actuar sobre nosotros y los sentimientos por los cuales hemos pasado nos hacen ver que mucho más que experimentarlos, los hemos padecido. De esta manera individuos, inofensivos, en su mayoría pueden, reunidos en multitud, dejarse arrastrar a hacer cosas atroces. Esto se aplica también a los movimientos de opinión más duraderos, en relación con materias religiosas, políticas, literarias, artísticas, etc.
Ejemplo: basta observar la manera en la que se educa a los niños. Toda educación consiste en un esfuerzo continuo por imponer al niño formas de ver, de sentir y de actuar a los cuales no llegaría espontáneamente. Dormir a horas regulares, a la higiene, a la limpieza, a la obediencia etc. La educación tiene justamente por objeto constituir al ser social.
      Por lo tanto no son las generalizaciones las que pueden servir para caracterizar los fenómenos sociológicos, los que los constituyen son las creencias, las tendencias, las practicas del grupo considerado colectivamente. En efecto algunos de esos modos de actuar o de pensar adquieren mediante su repetición, una especie de consistencia que los aísla de los acontecimientos particulares que los reflejan. La costumbre colectiva no existe solamente en estado de inmanencia en los actos sucesivos que determina, si no que, se expresa en una fórmula que se repite de boca en boca, que se transmite por medio de la educación y que se fija por escrito. Ninguno de ellos se encuentra por completo en las aplicaciones que de ellos hacen los individuos, puesto que pueden existir incluso sin ser actualmente aplicados. Así existen ciertas corrientes de opinión que nos empujan, una al matrimonio, al suicidio o a una natalidad más o menos alta. Estos son sin duda hechos sociales los cuales están representados por la tasa de natalidad, de matrimonios o de suicidios .a primera vista parecen inseparables de las formas que adoptan en los casos particulares porque como cada una de estas cifras comprende todos los casos particulares indistintamente, las circunstancias individuales que pueden participar de algún modo en la producción del fenómeno se neutralizan entre si y no contribuyen a determinarlo. Estos son los fenómenos sociales, en cuanto a sus manifestaciones privadas, estas tienen algo de social, puesto que producen en parte un modelo colectivo, pero cada una de ellas depende también de las circunstancias particulares en las que se encuentran.
Un fenómeno social solo puede ser colectivo si es común a todos los miembros de la sociedad, si es general será porque es colectivo, pero no es colectivo por ser general. Se trata de un estado del grupo, que se repite por los individuos porque se impone a ellos. Esta en cada parte porque está en el todo, pero no está en el todo porque está en las partes.
      El campo de la sociología, solo abarca un grupo determinado de fenómenos. Un hecho social se reconoce gracias al poder de coacción exterior que ejerce o que es susceptible de ejercer sobre los individuos y la presencia de dicho poder es reconocida a su vez bien por la existencia de alguna sanción determinada o bien por la resistencia que lleva a oponerse a toda empresa individual que tienda a violentarlo. Se puede definir también por la expansión que presenta en el interior del grupo, con tal que se tenga cuidado de añadir como segunda y esencial característica aquella que existe independientemente de las formas individuales que adopta al difundirse.
          La coacción es fácil de comprobar cuando se traduce en el exterior por alguna reacción directa de la sociedad, pero cuando es solo indirecta, no se deja percibir siempre con tanta claridad.
Por otro lado los hechos que nos han proporcionado su base son siempre modos de hacer, son de orden sociológico. Pero también hay modos de ser colectivos, es decir, hechos sociales de orden anatómico o morfológico. Estos modos de ser se imponen al individuo como los modos de hacer de los que hemos ya hablado, porque estos modos de ser son únicamente maneras de hacer consolidadas.
       Por último : un hecho social es toda manera de hacer, establecida o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior o también el que es general en la extensión de una sociedad determinada teniendo al mismo tiempo una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales.

- Niemano - Alvarez. Resumen de ¿Que es un hecho social? |  Sociología Cátedra: Gamallo. CBC  |  UBA (Sede Ramos Mejia) 2015. Disponible en: https://www.altillo.com/examenes/uba/cbc/sociologia/sociologia_2015_reshechosocal_gam.asp

miércoles, 14 de agosto de 2019

Para estudiar mientras sigue el paro de transporte

¡Estudiantes! Ante la situación de público conocimiento y para de alguna manera no retrasar aún más el estudio de la Sociología les dejo algunos puntos para que puedan estudiar de mejor manera lo dado:

No voy a agregar más lecturas, sí les voy a consignar lo que ya tienen que tener estudiado (y en donde leerlo y cómo ordenarlo) y recordarles que cuando nos volvamos a ver tienen que entregar las consignas de la entrada anterior a la que pueden acceder desde acá: Cierre del estudio del último tema de la Sociología de Marx

Temario:
La Sociología en K. Marx

- Una Sociología del conflicto ¿por qué? Influencias en el planteo de Marx (ver en la carpeta de trabajo diario)
- Manifiesto del Partido Comunista (Capitulo I y IV): ¿Qué es? ¿Cuándo se publicó? ¿Autores? ¿Cuál es el planteo en general? ¿Qué movimiento respetan las sociedades humanas? ¿Cuál es el fin? ¿Cómo se logrará? Diferencias con la Sociología de A. Comte.
- Trabajo enajenado, Plusvalía y fetichismo de la mercancía (ver en la carpeta de trabajo diario y en el video de la entrada anterior).

POSDATA: Recuerden que yo tengo tres pedidos realizados en esta parte del año.
1. ¿Cómo entiende a la burguesía el Manifiesto del Partido Comunista?
2. Una noticia sobre un conflicto obrero.
3. ¿Por qué el Manifiesto del Partido Comunista considera que la burguesía "cava su propia fosa"?

Los tienen que tener aunque no los hayan entregado.

Saludos.             

Eliezer

martes, 30 de julio de 2019

Cierre del estudio del último tema de la Sociología de Marx


Fetichismo de la mercancía.

Miren el siguiente enlace Fetichismo de la mercancia y desarrollen de manera escrita los conceptos que en el video se desarrollan.

martes, 11 de junio de 2019

Manifiesto Comunista

Desde el enlace se accede al texto completo, nosotros vamos a estudiar específicamente los apartado I: Burgueses y proletarios y IV Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición. 
Sin embargo, se recomienda la lectura completa del mismo.

Manifiesto Comunista. (Haz clic aquí para leer el texto completo)

Marx y Engels estatua, parque Dubovy, Bishkek, Kirguistán, Asia Central.

martes, 23 de abril de 2019

Positivismo


I . Las líneas maestras del positivismo
El positivismo es una corriente compleja de pensamiento que dominó gran parte de la cultura europea en sus manifestaciones filosófícas, políti­cas, pedagógicas, historiográficas y literarias (entre estas últimas se cuen­tan, por ejemplo, el verismo y el naturalismo), en un período que cubre aproximadamente desde 1840 hasta llegar casi al inicio de la primera gue­rra mundial. Una vez superada la tempestad de 1848 -si exceptuamos el enfrentamiento de Crimea en 1854 y la guerra franco-prusiana de 1870- la época positivista fue una era básicamente pacífíca en Europa. Al mismo tiempo, constituyó la época de la expansión colonial europea en África y en Asia. En el seno de este marco político culmina en Europa la transfor­mación industrial, lo cual posee enormes consecuencias para la vida so­cial: la utilización de los descubrimientos científicos transforma todo el sistema de producción; se multiplican las grandes ciudades; crece de modo impresionante la red de intercambios comerciales; se rompe el antiguo equilibrio entre ciudades y zonas rurales; aumentan la producción y la riqueza; la medicina vence las enfermedades infecciosas, antiguo y angus­tioso flagelo de la humanidad. En pocas palabras, la revolución industrial cambia radicalmente la forma de vivir. La idea de un progreso humano y social imposible de detener galvaniza el entusiasmo general: de ahora en adelante dispondríamos de los instrumentos capaces de solucionar todos los problemas. Estos instrumentos consistían -en opinión de muchos- sobre todo en la ciencia y en sus aplicaciones a la industria, y luego en el mercado libre y en la educación.
Además, en lo que concierne la ciencia, durante el período que trans­curre entre 1830 y 1890, mantiene con frecuencia unos vínculos muy estre­chos con el desarrollo de la industria, vinculación que posee un carácter bilateral, lo cual permite avances muy significativos en sus sectores más importantes. En matemáticas se dan las portaciones de Cauchy, Weierstrass, Dedekind y Cantor, entre otros. En geometría, las de Riemann, Bolyai, Lobachevski y Klein. La física se enorgullece de los resultados de las investigaciones de Faraday sobre la electricidad y de Maxwell y Hertz sobre el electromagnetismo; también en la ciencia física se producen los 271 trabajos fundamentales de Mayer, Helmholtz, Joule, Clausius y Thom­son sobre termodinámica. Berzelius, Mendeléiev, von Liebig, entre otros, hacen que crezca el saber químico. Koch, Pasteur y sus discípulos desarro-­ llan la microbiología y obtienen éxitos resonantes. Bernard edifica la fisio­logía y la medicina experimental. Es la época de la teoría evolucionista de Darwin, y la torre Eiffel de París y la apertura del canal de Suez simbolizan los adelantos tecnológicos.
Una estabilidad política básica, el proceso de industrialización y los avances de la ciencia y de la tecnología constituyen los pilares del medio ambiente sociocultural que el positivismo interpreta, exalta y favorece. Sin ninguna duda, no tardarán en hacerse sentir los grandes males de la sociedad industrial (los desequilibrios sociales, las luchas por la conquista de los mercados, la condición miserable del proletariado, la explotación laboral de los menores de edad, etc.). El marxismo diagnostica estos ma­les de un modo distinto a como lo hacen los positivistas. Éstos no ignoran dichos males, pero pensaban que pronto desaparecerían, como fenóme­nos transitorios que serían eliminados por el aumento del saber, de la instrucción popular y de la riqueza. Los representantes más significativos del positivismo son Auguste Comte (1798-1857) en Francia; John Stuart Mili (1806-1873) y Herbert Spencer (1820-1903) en Inglaterra; Jakob Moleschott (1822-1893) y Emst Haeckel (1834-1919) en Alemania; Roberto Ardigò (1828-1920) en Italia. Por lo tanto, el positivismo se integra en tradiciones culturales diferentes: en Francia se inserta en el interior del racionalismo que va desde Descar­tes hasta la ilustración; en Inglaterra, se desarrolla sobre la tradición empirista y utilitaria, y se relaciona a continuación con la teoría darwinista de la evolución; en Alemania asume la forma de un rígido cientificismo y de un monismo materialista; en Italia, con Ardigò, sus raíces se remon­tan al naturalismo renacentista, aunque sus frutos más notables -debido a la situación social de la nación ya unificada- los brinda en el ámbito de la pedagogía y de la antropología criminal. En cualquier caso, a pesar de tal diversidad, en el positivismo existen unos rasgos fundamentales de carác­ ter común, que permiten calificarlo como corriente unitaria de pensamiento:
1) A diferencia del idealismo, en el positivismo se reivindica el prima­do de la ciencia: sólo conocemos aquello que nos permite conocer las ciencias, y el único método de conocimiento es el propio de las ciencias naturales.
2) El método de las ciencias naturales (descubrimiento de las leyes causales y el control que éstas ejercen sobre los hechos) no sólo se aplica al estudio de la naturaleza sino también al estudio de la sociedad.
3) Por esto la sociología -entendida como la ciencia de aquellos «he­chos naturales» constituidos por las relaciones humanas y sociales- es un resultado característico del programa filosófico positivista.
4) En el positivismo no sólo se da la afirmación de la unidad del método científico y de la primacía de dicho método como instrumento cognoscitivo, sino que se exalta la ciencia en cuanto único medio en condi­ciones de solucionar en el transcurso del tiempo todos los problemas hu­manos y sociales que hasta entonces habían atormentado a la humanidad.
5) Por consiguiente, la época del positivismo se caracteriza por un optimismo general, que surge de la certidumbre en un progreso imparable (concebido en ocasiones como resultado del ingenio y del trabajo humano, y en otros casos como algo necesario y automático) que avanza hacia condiciones de bienestar generalizado, en una sociedad pacífica y penetra­da de solidaridad entre los hombres.
6) El hecho de que la ciencia sea propuesta por los positivistas como único fundamento sólido de la vida de los individuos y de la vida en común; el que se la considere como garantía absoluta del destino de pro­greso de la humanidad; el que el positivismo se pronuncie a favor de la divinidad del hecho: todo esto indujo a algunos especialistas a interpretar el positivismo como parte integrante de la mentalidad romántica. En el caso del positivismo, sin embargo, sería la ciencia la que resultaría elevada a la categoría de infinito. El positivismo de Comte, por ejemplo -afirma Kolakowski-, «implica una construcción de filosofía de la historia omnicomprensiva, que culmina en una visión mesiánica».
7) Tal interpretación no ha impedido sin embargo que otros exegetas (por ejemplo, Geymonat) descubran en el positivismo determinados te­mas fundamentales que proceden de la tradición ilustrada, como es el caso de la tendencia a considerar que los hechos empíricos son la única base del verdadero conocimiento, la fe en la racionalidad científica como solución de los problemas de la humanidad, o incluso la concepción laica de la cultura, entendida como construcción puramente humana, sin ninguna dependencia de teorías y supuestos teológicos.
8) Siempre en líneas generales el positivismo (John Stuart Mill consti­tuye una excepción en este aspecto) se caracteriza por una confianza acrí­tica y a menudo expeditiva y superficial en la estabilidad y en el crecimien­to sin obstáculos de la ciencia. Dicha confianza acrítica se transformó en un fenómeno consuetudinario.
9) La positividad de la ciencia lleva a que la mentalidad positivista combata las concepciones idealistas y espiritualistas de la realidad, con­cepciones que los positivistas acusaban de metafísicas, aunque ellos caye­sen también en posturas metafísicas tan dogmáticas como aquellas que criticaban.
10) La confianza en la ciencia y en la racionalidad humana, en definiti­va, los rasgos ilustrados del positivismo, indujeron a algunos marxistas a considerar que la acostumbrada interpretación marxista -según la cual el positivismo no es más que la ideología de la burguesía en la segunda mitad del siglo XIX- es insuficiente y, en cualquier caso, posee un carácter re- ductivo.

- Giovanni Reale y Dario Antiseri. Historia del Pensamiento Filosófico y Científico. Tomo III Del Romanticismo hasta hoy, Herder, Barcelona, 1988. pp. 271- 273

martes, 9 de abril de 2019

Auguste Comte




"Así cada uno de nosotros, al examinar su propia historia,
¿no recuerda haber sido sucesivamente en lo que respecta a sus nociones más importantes,
 un teólogo en su infancia, un metafísico en su juventud y un físico en su madurez?..."

A. Comte. Curso de Filosofía positiva.


Auguste Comte (1798- 1857) sostuvo que la sociedad era como un organismo, que se regía por unas leyes que gobernaban las instituciones humanas, leyes parecidas a aquellas que regulan la naturaleza. Por lo que formuló un sistema de leyes que formarían las bases para la reorganización de la sociedad -Comte juzgó esta secuencia de estadios como indicación de que la sociedad estaba progresando hacía un futuro mejor-.


Un estadio teológico, en el que los seres vivos buscan una explicación sobrenatural para los acontecimientos.

Un estadio metafísico, en el que las explicaciones divinas son sustituidas por ideas abstractas a las que se les atribuye generar por sí mismas todos los fenómenos que se observan.

Un estadio positivo, en el que las leyes por descubrir son consideradas como principios orientadores y se fundan en la experiencia empírica (que se considera el único tipo de experiencia valedera para hacer ciencia).




EL POSITIVISMO RECHAZA
CUALQUIER TIPO DE INVESTIGACIÓN
QUE NO SE SUSTENTE EN EVIDENCIAS EMPÍRICAS.





-       

          

       Obras:

El Socialismo Utópico

El Socialismo Utópico surgió ante la situación desesperada en que se encontraba la clase trabajadora o proletaria durante el periodo de la Revolución Industrial. Los pensadores de la época buscaron un modelo económico diferente, un sistema más justo donde no hubiese tanta desigualdad social. Ellos - llamados Socialistas Utópicos - creían que la producción capitalista que tuvo inicio con la propiedad privada y la explotación de los trabajadores, no tenía cómo distribuir la riqueza producida. Con este enfoque de la economía propusieron cambios profundos.

Fue dado el nombre de Socialismo Utópico a la teoría de los principales pensadores del sistema económico socialista. Ellos desarrollaron sus ideas sugiriendo cambios radicales, dando énfasis a una sociedad más justa, fraterna y con igualdad social, aunque teóricamente ellos no supieron cómo llegar a su objetivo de una forma asequible, mas dejaron un análisis critico de toda la evolución de la economía capitalista

Los Socialistas Utópicos: Socialistas, porque sus ideas, por cuanto criticaban las injusticas y las condiciones de explotación en la sociedad capitalista del siglo XIX, trazaron posiciones económicas y políticas que apuntaban al fin de la explotación del hombre por el hombre. Utópicos, en el sentido que vislumbraban un orden social ideal, no realizable en las condiciones concretas en que vivían.

Principales ideas de los Socialistas Utópicos.

a) Henri de Saint-Simon (1760-1825): Intelectual francés de origen noble.

- Solamente los que trabajan pueden usufructuar los bienes de la sociedad: "todos los hombres deben trabajar".

- Necesidad de lucha de los trabajadores (los proletariados asalariados, pero también los comerciantes, campesinos y funcionarios) contra los "ociosos" (la nobleza, el clero y todos los que vivían de la renta, sin actuar en la producción económica). La Revolución Francesa ya había iniciado una lucha de clases entre la nobleza, burguesía y los desposeídos.

b) Charles Fourier (1772-1837) 


Socialista Utópico francés critico de la sociedad burguesa.
-          Criticó las condiciones sociales existentes - desenmascarando la falacia del discurso burgués.
-          Idealizó los falansterios.
-          Criticó las relaciones entre los sexos y la posición de la mujer en la sociedad - "el grado de emancipación de la mujer en una sociedad es el barómetro natural por el cual se mide la emancipación general".
- Analizó las contradicciones de la civilización - "la pobreza brota de la propia abundancia".
- Visión dialéctica - "todo fase histórica tiene sus vertiente ascendente, pero también su ladera descendiente".

       
        c) Robert Owen (1771-1858) 

                  Socialista Utópico Ingles, considerado el padre del cooperativismo, fue socio y gerente de una industria textil en Inglaterra.
      - Defensa de las condiciones humanas de vida y de educación de los trabajadores "proletariado" y sus familias. Robert Owen puso en práctica sus medidas socialistas, creó una especia de colonia modelo: jardines de infancia, redujo la jornada de trabajo, mantenimiento del empleo y salario, incluso en situaciones de crisis.
      - Confirmó que la filantropía no disminuía la distancia entre ricos y pobres; de ahí su perspectiva comunista. Owen tuvo la idea de reformar la sociedad removiendo la propiedad privada.

               Participación en movimientos sociales y lucha para el progreso de la clase proletaria: Limitación del trabajo de la mujer y la niños en las fabricas; creación de cooperativas de producción y consumo ("el comerciante y el fabricante no son indispensables").



Predominaban en sus teorías:
- La reiteración de las ideas de la Revolución Francesa: Imperio de la razón y de la justicia eterna.

- Instauración de un estado racional, capaz de ajustar la sociedad a los dictámenes de la razón.

- La constatación de que las instituciones sociales y políticas reales no correspondían a las idealizadas por los revolucionarios burgueses.

- La idea de que las injusticias serían corregidas si apareciese un genio capaz de convencer a los hombres sobre la verdad, al fin descubierta.

- Tomar la iniciativa para la solución de los problemas sociales y traducirlos en experiencias que pudiesen servir de modelo para un sistema más perfecto de orden social.

Bibliografía:
Portillo, L. (s.f) Historia universal. [Blog]. Recuperado de: https://www.historialuniversal.com/

martes, 12 de marzo de 2019

Bienvenidos al ciclo lectivo 2019


La sociedad europea a fines del siglo XVIII y principios del XIX

El nacimiento de la sociología (como una ciencia de lo social) lo podemos ubicar a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Nace en Europa como respuesta de los intelectuales para explicar los cambios que se presentaron en esa parte del mundo, tanto en lo económico como en lo político y social.

En esta época el modo de producción capitalista, que se gestó en el seno del feudalismo, empezó a predominar sobre las formas de producción precapitalistas; ya que tanto la artesanía como la manufactura se vieron imposibilitadas a competir con el avasallador desarrollo de la gran fábrica capitalista, al grado de desaparecer paulatinamente. Del mismo modo, se intensificó el dominio económico de la ciudad sobre el campo, que provocó la desaparición de gran parte del campesinado inglés y el cambio radical de la estructura profesional, pues la población agrícola se incorporó poco a poco en las diferentes ramas de la industria. Las grandes ciudades se convierten en centros industriales como resultado de la Revolución Industrial. Al mismo tiempo que se experimentaban estos cambios en la estructura económica y social, en la política la burguesía desplazó del poder a la vieja nobleza feudal. En efecto, como una consecuencia de su poder económico, para esta clase era imprescindible asumir el poder político del Estado, ya que sólo así se podría tener una sociedad acorde con sus intereses.

El discurso político que sirvió para justificar la consolidación de la burguesía como clase dominante fue el Liberalismo. Esta doctrina se basa en la idea de la expansión interminable de la prosperidad económica, gracias a la competencia y a la perpetuidad del proceso progresivo. De ahí que el Liberalismo, ideología que pregona la libertad del individuo y de la propiedad privada, se convierta en la más acabada forma del pensamiento burgués, pues sus principios políticos se ajustaban plenamente en las aspiraciones que demandaba esta clase social, a saber:

1. La limitación del poder estatal como garantía de la libertad del individuo, pero al mismo tiempo protector de la propiedad privada de los individuos.
2. La sujeción de los gobernantes a la ley.
3. La democracia representativa que garantizaba la participación de los individuos en los asuntos públicos.
4. La existencia de la división de los poderes del Estado.
5. La no reelección de los gobernantes, garantizando la sucesión regulada en el poder.

Con estas ideas de libertad en lo económico y en lo político, la burguesía que pudo consolidarse como la clase dominante del capitalismo, comenzó a reclamar para sí privilegios sociales: derecho de propiedad, disposición de los mejores bienes sociales, libertad de empresa y de comercio, protección de las leyes y, consecuentemente, del Estado.

            La urbanización de la vida social.
La nueva estructura económica y social trajo como consecuencia el desarrollo de la vida en las ciudades, en donde se incrementaba el establecimiento de industrias, centros comerciales, y también se daban las contradicciones que el propio capitalismo engendraba. En efecto, en contraste con la riqueza y privilegios que alcanzaba la burguesía, existía un número cada vez más grande de pobres e indigentes. Y dado que la ciudad era el centro de la vida social, el ambiente que en ellas imperaba mostraba, en toda su magnitud, la diferencia entre los distintos sectores que la componían.
Al respecto, Eric J. Hobsbawm dice:

En la ciudad, ya no era sólo que el humo flotara continuamente sobre sus cabezas (de quienes las habitaban) y que la mugre les impregnara, que los servicios públicos elementales: suministros de agua, sanitarios, limpieza de las calles, espacios abiertos, etcétera, no estuvieran a la altura de la emigración masiva a la ciudad, produciendo así, sobre todo después de 1830, epidemias de cólera, fiebres tifoideas y un aterrador y constante tributo a los dos grandes aniquiladores urbanos del siglo XIX: la polución atmosférica y la del agua, es decir, enfermedades respiratorias e intestinales. No era sólo que las nuevas poblaciones urbanas, a veces totalmente desconocedoras de la vida no agraria, como los irlandeses, se apretujaban en barriadas obreras frías y saturadas, cuya contemplación era penosa... Aquí la vida del pobre, fuera del trabajo, transcurría entre hileras de casuchas, en las tabernas baratas e improvisadas y en las capillas, también baratas e improvisadas donde se solía recordar que no sólo de pan vive el hombre. Era mucho más que todo esto: la ciudad destruyó la sociedad, "no hay ninguna otra ciudad en el mundo donde la distancia entre el rico y el pobre sea tan grande o la barrera que los separa tan difícil de franquear", escribió un clérigo refiriéndose a Manchester. Hay mucho menos comunicación personal entre los dueños de una hilandería y sus obreros, entre el sastre y sus aprendices, que entre el duque de Wellington y el más humilde jornalero de sus tierras." La ciudad era un volcán cuya erupción los aterrorizaba. Para sus habitantes pobres, la ciudad era más que un testigo presencial de su exclusión de la sociedad humana: era un desierto pedregoso, que a costa de sus propios esfuerzos tenían que hacer habitable.
              -Hobsbawl, Eric J.: Industria e imperio. Ariel-Historia, Seix Barral, Barcelona, 1977, pp. 84-85

Estas graves diferencias sociales no tenían una explicación lógica y coherente. Los sectores ilustrados de la época se preocuparon por proporcionar explicaciones de los problemas que más aquejaban a la sociedad mostrando sus dimensiones con lujo de detalle pero sin analizar las causas que los provocaban.

Las primeras investigaciones sociales.

En el primer tercio del siglo XIX, en Inglaterra y Francia se fundaron sociedades de investigación estadística, las cuales se encargaron de realizar censos sobre población, particularmente en los sectores pobres a fin de obtener datos fehacientes del número de indigentes en cada una de las ramas de la actividad productiva. Estas investigaciones, que tenían un carácter eminentemente empírico, al dar cuenta de la situación social prevaleciente provocaron diversas reacciones: por un lado los gobiernos de Inglaterra, Francia y otros países crearon legislaciones de protección social a consecuencia de diversos movimientos de trabajadores, como el movimiento cartista en Inglaterra; por otro lado, aparecieron filántropos sociales como Robert Owen, Charles Fourier y Saint-Simón, quienes propusieron diversas formas de organización social para solucionar las condiciones de los sectores pobres y marginados. De estos filántropos sociales fue Saint-Simón quien propuso que el conocimiento social debía ser un conocimiento no sólo empírico sino científico, que debía construirse con rigurosidad, conformándose en una ciencia específica de lo social o del hombre. Y es a partir de las inquietudes y propuestas de Saint-Simón que Augusto Comte, su discípulo, inicia sus investigaciones y funda la sociología como una ciencia particular y específica. De hecho, muchos de los postulados comtianos retoman las ideas sansimonianas.

Fuente bibliográfica: Ontiveros Delgado- Mendoza Castro. Sociología I. Colegio de Bachilleres. Versión on line.